Conforme fue creciendo el número de creyentes y multiplicándose el número de iglesias, también fue creciendo el número de ministerios; en Hechos capítulo 13, vemos que la iglesia de Antioquía obedece a la voz del Espíritu Santo y comisiona a Pablo y Bernabé para viajar llevando el evangelio de Cristo.
Estando en Efeso, Pablo se despide de los creyentes allí, en Hechos 20:32-35
Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
Y en 1ra de Tesalonicenses 2:7-9:
Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
Estos pasajes nos indican que el ministerio de Pablo no era una carga –hasta ese momento- para las iglesias que visitaba; ¡él mismo trabajaba con sus manos para que pudiera continuar su viaje y predicar el evangelio! Pero, en algún momento del ministerio de Pablo, necesitó dinero, el cual fue provisto por algunas de las iglesias incluyendo a Macedonia; veamos en 2 Corintios 11:8:
He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros. Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso.
Ministros a tiempo completo
En su defensa del apostolado, Pablo indica que es una orden del Señor que los que anuncian del evangelio, vivan del evangelio, estableciendo así los ministerios a tiempo completo.
1ra Corintios 9:7-14
¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño?
¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan?
Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
En el versículo 13, el apóstol hace una comparación, de que así como los levitas comían de lo aportado al templo, así también los ministros deben vivir de lo que se aporta en la iglesia. No está mencionando directamente a los diezmos ni ofrendas de la ley; ni tampoco está vinculando que en la iglesia la manera de aportar debe ser la misma que en el templo o la ley. Lo que Pablo está indicando es que si los ministros se dedican al evangelio, entonces que no se les exija trabajar secularmente para su sustento.
Y en 2 Corintios 12:12-18
Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros. Porque ¿en qué habéis sido menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme este agravio!
He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.
Pero admitiendo esto, que yo no os he sido carga, sino que como soy astuto, os prendí por engaño, ¿acaso os he engañado por alguno de los que he enviado a vosotros? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Os engañó acaso Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?
En Filipenses 4:10-19 Pablo muestra su agradecimiento por las ofrendas
En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.
Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Es decir que luego de algunos años los creyentes de las iglesias –con instrucción de Pablo- comprendieron que además de ofrendar para ayudar a los necesitados, también debían ofrendar para sustentar a los ministros en la predicación del evangelio, y no como una obligación sino como un privilegio.
Evitando el asistencialismo
Es necesario señalar que de leer todas las cartas de Pablo se entiende que las ofrendas no pretendían establecer una clientela de asistencialismo, es decir que el que estaba necesitado debía recibir asistencia, pero también –si lo podía- debía trabajar, o recibir ayuda de sus familiares; pero más que eso, cada creyente estaba impregnado del espíritu de no ser una carga (gravoso) sino un dador, “más bienaventurado es dar que recibir”.
Veamos el consejo de Pablo a Timoteo, en 1 Timoteo 5:3-18:
Honra a las viudas que en verdad lo son. Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres;
…
Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra.
…
Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.
Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario.
En este capítulo Pablo está dando instrucciones a Timoteo acerca de la distribución de las ofrendas entre las viudas; pareciera que existía un problema de falta de fondos para ayudar a todas las viudas, de manera que Pablo levanta la valla para clasificar a las viudas que verdaderamente necesitaban ayuda y excluir de la distribución a las que podían ser ayudadas por sus familias; pero al mismo tiempo instruye a Timoteo que los ancianos, de acuerdo a su desempeño, debían recibir un pago.
Y en el capítulo 6 versos 6 al 19, le recomienda a Timoteo alejarse del amor al dinero, y que a los ricos les ordene a ser generosos:
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
…
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
De los pasajes expuestos en este capítulo, no se puede concluir que los ancianos o ministros recibieran un sueldo estable, es decir una compensación periódica fija por su trabajo; pero sí es claro que recibieron dinero para cubrir sus necesidades (en el caso de Pablo), y probablemente más allá de sus necesidades (doble honor).
Cuestionario – Las necesidades de los ministros
¿Quién solventó económicamente el ministerio de Pablo?
¿Hay instrucción bíblica acerca de que los creyentes deben ofrendar para el sostenimiento de los ministros del evangelio?
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