Cuando hablamos del tema de dar en la iglesia local, la mayoría de la gente automáticamente piensa en los diezmos. ¿Cuántas veces has oído a un pastor enfatizar que diezmar es parte de la vida Cristiana? Yo lo he oído bastante. Tú probablemente también. Yo creo que es bastante lamentable que los creyentes del Nuevo Pacto no tengan un mejor entendimiento de lo que Cristo espera de aquellos por quienes dio su vida, en quienes puso su Espíritu, y a quienes puso en su cuerpo, la Iglesia.
Este es un problema enorme, uno que los cristianos realmente no le prestan mucha atención. Es muy triste. Adoptar el diezmo como la norma para el creyente del Nuevo Pacto es realmente teología haragana, si me lo preguntas. Es más fácil decir solo “Dame tu diez por ciento”, “Diezma”, “Yo diezmo cada semana”, etc. Es mucho más complicado cuando haces la pregunta “¿Qué responsabilidad tienen los creyentes del Nuevo Pacto de obedecer y guardar las leyes dadas a Israel después de ser rescatados de Egipto?” “¿Guardamos la ley?” “¿Guardamos alguna parte de la ley?” Yo creo que realmente hacemos mejor enseñando lo que Jesús verdaderamente cumplió en la cruz. Hay similitud entre el Pacto Mosaico y el Nuevo Pacto, simplemente porque el Dios que hizo ambos es el mismo. Sin embargo, sus expectativas para los creyentes no son idénticas de un pacto hacia el otro. Una de las peores cosas que han sucedido con respecto a los pactos es la visión de que el Pacto Mosaico tiene tres partes. Nadie podría haberlo pensado así cuando fue hecho en el Sinaí. Y nadie en los días de Jesús tuvo tal entendimiento. Pero con la visión de que hay tres divisiones en el Pacto Mosaico viene la idea de que Jesús puso fin a parte del Pacto, mientras permitió que otra parte del Pacto extendiera su influencia y vigencia en el futuro con la porción secreta de su Reino-La Iglesia. Esta es realmente teología muy peligrosa.
Esteban Polo ha compilado un bastante interesante tratado sobre dar en la vida cristiana. Lo que hace tan especial a este libro es su público objetivo. Recursos teológicos equilibrados en español son pocos y escasos. Los tiempos están cambiando y más recursos están encontrando su camino en las manos de nuestros hermanos de habla hispana. Pero comparado a los recursos disponibles en inglés, realmente no hay punto de comparación. Así, cuando yo encuentro un recurso valioso en español, me entusiasmo tanto de recomendarlo. Esto es como yo encuentro este libro. Y hay más. Este libro es escrito por un cristiano nativo de habla hispana. Este libro no es traducido. Esteban conoce cuán importante una discusión acerca de este tópico es en Latinoamérica debido a que su sangre es latina. Su corazón anhela por ver a los creyentes hispano hablantes a través del mundo crecer en la gracia y el conocimiento del Señor Jesucristo (2 Pedro 3:18).
Si me permiten, déjenme decir unas pocas palabras acerca del cristiano y la ofrenda. Todo pertenece al Señor. ¡Absolutamente todo! Si eso es realmente la verdad, ¿por qué hay tanta dificultad con liberar todos los recursos por el bien del evangelio? Si hay una cosa que caracteriza la vida cristiana es la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Nada vale más que vivir una vida que voluntariamente pierde todo para ganar una simple cosa. Si tú estás viviendo para cualquier otra cosa que la Gran Comisión, tú no estás viviendo la vida que el Señor desea para alguien por quién dio su vida, en quien puso su Espíritu, y a quien le hizo ciudadano de su reino. Por supuesto, vivir para la Gran Comisión es algo que realmente debemos redefinir, ¿correcto? Es más que invitar gente a tu iglesia local. Es más que orar por ellos. Es más que ir en un viaje misionero o escribir un cheque para que otro vaya en uno. Es más que asegurarse que los somalíes tengan agua potable. Es más que poner banderas de diferentes naciones en el santuario de tu iglesia. Es más que eso.
La vida que Cristo espera de nosotros demanda nuestra obediencia. Tú puedes ser salvo por la muerte sustitutoria de otro. De hecho, esa es la única manera en que puedes ser salvo, y no es por nadie más que por muerte de Jesucristo. Pero no puedes vivir la vida cristiana porque otro creyente lo hace por ti. La vida cristiana es mucho más que eso. Es vivida entrelazada con otros creyentes, seguro. Pero es una vida que tú tienes que vivir. Tu caminar con Él tiene un costo. Tú no puedes contabilizar el costo de otro. Tú no puedes vender las posesiones de otro. Tú no puedes escribir los cheques por otro. Tú no puedes vivir a través del sitio web y testimonio de otros. Yo tampoco. El Señor me llama también: “Thomas, ¿qué es lo que te he dado, que tú has optado para usarlo para tu propio interés? ¿Qué hay por allí que realmente me pertenece, pero que tú has resuelto usarlo como mejor te parece?” El discipulado cuesta. Y si yo soy honesto conmigo mismo, yo aceptaré y confesaré que me cuesta mucho más que palabras. Si yo deseo honrar y agradar al Señor con mi vida, me cuesta todo. Todo a cambio de una simple cosa.
Tengo que mantenerme recordándome a mí mismo que este no es un mensaje para otro. Es un mensaje para todos nosotros. Y no es un mensaje que solo puede ser anunciado o predicado desde un púlpito. Puede manifestarse primeramente en palabras. Pero no debería. El mensaje acerca del cual estoy hablando tiene sacrificio de vida y amor reales que tú los puedes señalar. Momentos reales, tangibles, que cambian vidas. Escribir el mensaje de la cruz en la vida de otro por intencionalmente servirle y amarle es tan crítico para el mensaje como el mensaje mismo. ¿Qué sería del evangelio si Dios solamente lo repitió generación tras generación a través de los profetas hasta que eventualmente llegó el fin? ¿No lo ves? El evangelio no es el evangelio a menos que los clavos de verdad atravesaron las muñecas y los pies de Jesús. El evangelio no es el evangelio a menos que nuestros pecados realmente fueron llevados sobre sus hombros. El evangelio no es el evangelio a menos que le hubo costado su sangre, su vida. La realidad del evangelio no está atrapada solamente en las palabras. Y no debería ser así tampoco para nosotros. El mensaje del evangelio tiene que tener esos momentos reales en nuestras vidas cuando le dejamos a Dios magnificar su amor sacrificial a través de nuestros débiles, quebrados, humildes y humillados cuerpos.
Cuando pensamos acerca de dar, ¡esta es la clase de mentalidad que debemos tener! Cada peso en nuestra cuenta bancaria es un activo de la Gran Comisión. Cuando elaboramos un presupuesto, deberíamos pensar acerca de un presupuesto de la Gran Comisión. Cuando pensamos acerca de a quién dar dinero y cuánto dinero dar, deberíamos formularnos la pregunta, “¿Cómo este acto de dar encaja en la Gran Comisión?” Cada cosa que hagamos cae en esta categoría. Si tú no estás viviendo para la Gran Comisión, realmente no estás viviendo la vida que Jesús espera que vivas. Y si tú estás viviendo para la Gran Comisión, entonces todas tus posesiones llegan a ser recursos para promover esa labor, desde las ciudades en las cuales vivimos hasta los últimos confines de la tierra.
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