14 – El principio de dar

Parte IV – Conclusiones para la iglesia de hoy

14 – El principio de dar

Viejo Pacto: Somos esclavos: Todo es tuyo. Nada es nuestro

2da Crónicas 29:10-16

Asimismo se alegró mucho el rey David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.

Si basamos nuestro principio de dar en el Viejo Pacto, entonces estamos devolviendo a Dios de lo que Él nos dio, pues somos esclavos. El diezmo y las ofrendas de la Ley contienen este propósito.

Nuevo Pacto: Somos hijos y herederos: Todo es tuyo. Todo es nuestro

Pablo usa la alegoría de un niño para indicar que la ley fue temporal, y mientras operaba la ley, el niño era como un esclavo a la ley; pero con el Nuevo Pacto, el trato de esclavo se acabó, y ahora somos hijos adoptados con todos los derechos, entre ellos la herencia de Dios por medio de Cristo; de manera que ya no solo decimos “Tuyas son todas las cosas”, sino “gracias Padre, porque todas las cosas son nuestras”. Véalo en Gálatas 4:1-7:

Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

¡Ya no eres esclavo! ¡eres hijo! ¡deja esa mentalidad de esclavo! ¡eres heredero de Dios y coheredero con Cristo!, es lo que le dice Pablo a los Romanos en Romanos 8:15-17:

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

En el Nuevo Pacto, los creyentes ya no tenemos que devolver a Dios nada, somos sus hijos, lo que Él nos da es de Él, pero también es nuestro; ¡No suena muy espiritual!, tal vez “Nada es nuestro” suena mejor, pero no es la verdad.

Pablo hablando a los Colosenses con respecto a las inútiles ordenanzas del viejo pacto, sobre todo las que prohíben cosas dice en Colosenses 2:18-23:

Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.

Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.

El saber que en Cristo tenemos todo, nos debe estimular a dar para los necesitados y para el avance de la obra, pues de gracia recibimos y de gracia damos; ese es el verdadero motor, ya no la devolución.

Comprados, Redimidos, Adoptados

No estoy ignorando que hay pasajes en el Nuevo Testamento donde se dice que somos siervos o esclavos de Cristo. Pablo se declaró siervo de Jesucristo; pero esta fue una declaración gratuita y voluntaria de parte de Pablo, mas no un requerimiento de Dios; es decir Dios adoptó a Pablo y le declaró hijo, en respuesta Pablo graciosamente se somete a Cristo como su siervo; pero no anula eso el hecho de que Pablo es ahora un hijo heredero de Dios, y coheredero con Jesucristo.

Jesucristo nos compró con el precio de su sangre. ¿De quién nos compró? ¿A quién pagó el precio? ¿Para qué nos compró?, son preguntas que nos hacen revisar el significado de la muerte de Cristo.

Algunos creen que Cristo nos compró de Satanás, pues tal vez le pertenecíamos a él, o éramos sus esclavos; pero el mensaje completo de la escritura es que Dios es quien demanda desde el Génesis la muerte de un cordero sin mancha; y su sangre derramada paga el precio por nuestro pecado, esa figura se repite hasta Apocalipsis, cuando Jesús, el cordero inmolado, es el único digno de abrir los sellos. No era Satanás quien demandaba la muerte del cordero, y el derramamiento de la sangre, sino Dios; y ese sacrificio voluntario de Cristo compró nuestra redención, que en otras palabras es nuestra libertad, nuestro cambio de estatus, de esclavos a libres.

Cristo el Señor

Ahora tenemos el derecho de ser hijos de Dios, sin embargo para disfrutar ese derecho debemos rendir nuestra voluntad a Cristo, debemos someter nuestros deseos a Él. Debe haber una renuncia en el centro de nuestra voluntad; ahora el Señor, el amo de nuestras decisiones ya no seré mas yo, sino Él; tampoco será el dinero o las riquezas, sino Él. Esa decisión voluntaria de sumisión no solo convierte a Cristo en nuestro Señor, sino también a Dios en nuestro Padre, y a Cristo en nuestro hermano (Romanos 8:9); es una nueva relación que supera la de solo ser siervo diciéndole “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36); sino diciéndole ahora “¡Abba, Padre! ya no soy esclavo, sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:6-7).

Podríamos ver una supuesta contradicción en 1ra Corintios 7:21-23:

¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.

Si Pablo buscara afirmar en el verso 22 que el que antes era libre, ahora es esclavo de Cristo, está negando la redención de Cristo que funciona en el sentido contrario. La relación esclavitud-libertad de la que Pablo habla aquí, es la de que si uno es casado o soltero, o si es circunciso o incircunciso; y que si uno era libre de esos compromisos al convertirse al cristianismo, entonces tiene más tiempo para servir, y por lo tanto se esclaviza para Cristo; en cambio el casado o circunciso tiene que cumplir con ese compromiso, y por lo tanto ya no tiene toda la libertad para servir a Cristo. En este pasaje Pablo no está hablando de si uno es hijo o esclavo, sino si uno tiene un compromiso el cual puede cambiar al ser llamado por Cristo.

La mayordomía cristiana

Un concepto muy enseñado actualmente es la mayordomía, la responsabilidad al administrar algo que no es nuestro. Bajo ese concepto, Jesús relató la siguiente parábola en Lucas 12:40-48:

Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá. Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.

Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

Y también la parábola del hijo pródigo, en Lucas 15:11-32 (léalo en su Biblia); la primera parábola es sobre un mayordomo, y la segunda parábola sobre un hijo.

¿Ya notó la diferencia entre ser un mayordomo y ser un hijo? ¿No? Lea los dos pasajes de nuevo.

El mayordomo tiene que ser fiel a la perfección, porque si falla en algo recibirá azotes, pocos o muchos. En cambio, el hijo, así falle mucho, todo le es perdonado y en vez de azotes, en su nombre se hará fiesta.

¡No estoy diciendo que tiene usted licencia para malgastar! No me malentienda. Pero si usted es hijo, no tiene que portarse solo como mayordomo, ni vivir por temor, sino disfrutar de todas las cosas que el Padre nos da en abundancia. 1ra Timoteo 6:17 “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”.

¡Tampoco estoy diciendo que no debemos ser administradores responsables! Lo que pongo en cuestión aquí es que la idea de “nada es nuestro” se distribuye dentro del paquete de muchos de los maestros de la mayordomía, y no creo que es el enfoque correcto. Algunas veces estos conceptos de mayordomía son enseñados con el objetivo de establecer el diezmo como práctica.

Lo que sí estoy diciendo es que cuando te rindes ante Dios y vienes humillado, reconociendo tu pequeñez ante su grandeza, tu pecado ante su santidad, ¡Él no te cambia las cadenas! ¡Tampoco te pone un sello de esclavitud!. Recuerda esa imagen del padre esperando al hijo pródigo que llega a casa, ¡Él corre hacia ti con los brazos extendidos, y te recibe con un fuerte abrazo!, y si caes de rodillas ante Él, te levanta y ¡pone un anillo en tu dedo!, y ordena la mejor ropa para ti, y la mejor fiesta para que todos sepan que eres su Hijo, andabas extraviado, pero ahora has vuelto a casa. No vuelvas a ponerte las ataduras, no vuelvas a flagelar tu mente con la idea de que tu Padre celestial no te tratará como hijo, o que los jornaleros tendrán mejor atención; basta con eso.

¿Dios administra correctamente sus posesiones? ¡Por supuesto que sí!, entonces ¿Dios es un buen mayordomo?, si la pregunta solo implica si Dios es un buen o mal administrador, entonces la respuesta es sí, claro que es un buen mayordomo; pero la pregunta podría estar mal hecha pues presume que Dios es un mayordomo, pero Dios no es un mayordomo, es el dueño de todo, entonces ¿Dios es un buen mayordomo? ¡No! ¡Dios es el dueño!

¿Administra usted correctamente lo que Dios le da? ¿Es usted un buen hijo?

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