Cuando estudiamos algún tema en la palabra de Dios encontramos pasajes o capítulos que nos instruyen al respecto, los llamaremos la instrucción bíblica, y también encontramos pasajes históricos, o que relatan hechos respecto al tema. A falta de instrucción bíblica estos hechos o historias nos servirán para formar nuestro criterio respecto al tema; pero si existiera la instrucción bíblica, entonces los hechos solo deben servir para confirmar la instrucción cuando la historia armoniza con ella, o en caso contrario establecer alguna excepción, o para enriquecer la instrucción, pero nunca el hecho o historia puede estar por encima de la autoridad de la instrucción bíblica.
Por ejemplo, en Mateo capítulo 6 Jesús instruye a sus discípulos acerca de la oración, en el pasaje paralelo de Lucas 11:1 ellos le piden “… enséñanos a orar…”. Jesús les da varias instrucciones:
- No ore para que los demás le vean; como los hipócritas que aman orar de pie en las sinagogas o en las esquinas de las calles
- Entre a su aposento (cuarto), cierre su puerta, y ore a Dios en secreto
- Al orar no use vanas repeticiones, como los gentiles¹ que piensan que la repetición aumenta la posibilidad de ser atendidos
- Jesús hace una oración, que inicia con “Padre nuestro” como un modelo
- También da una instrucción sobre el ayuno similar a la primera instrucción de esta lista, luego de ayunar, unge tu cabeza y lava tu rostro, para que los demás no sepan que has ayunado. No como los hipócritas que palidecen y demacran su rostro para demostrar que han ayunado.
Hay otros pasajes con instrucciones sobre la oración, como “orad sin cesar”, pero este no es un estudio de la oración, solo estamos revisando estas instrucciones para entender nuestro punto, la preponderancia de la instrucción.
Ahora veremos un pasaje donde se relatan hechos relacionados con la oración; en Hechos 4 se narra que luego haber sanado al cojo (capítulo 3), Pedro y Juan fueron apresados por una noche, y al día siguiente fueron llevados ante las autoridades y ante la presión de los creyentes, que ya eran miles, fueron puestos en libertad; entonces se reunieron con los demás creyentes y todos unánimes hicieron una oración en voz alta, “Soberano Señor…”, luego de orar el lugar tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la palabra de Dios.
¿No contradice esta oración congregacional a la instrucción de Jesús de orar en secreto? ¿qué debemos hacer? ¿limitar nuestras oraciones a un tiempo personal y privado, o extenderlo también a los momentos en que nos encontremos con otros creyentes? ¿Qué vale más, la garantía de la instrucción bíblica, que enseña que debemos orar en secreto, o la historia garantizada por la manifestación del Espíritu Santo?, ¿están realmente en contraposición?, ¿se somete la historia a la instrucción?, ¿enriquece la historia a la instrucción?
Personalmente encuentro que –de acuerdo a la instrucción- la oración personal es irreemplazable, y que la oración ante otros creyentes debería ser espontánea, como en el caso narrado, y no programada; porque la oración en grupo puede estimular a la actuación, y su calendarización a la rutina, elementos que arruinan el significado de la instrucción original de Jesús.
La Biblia contiene la instrucción de Dios para nosotros. Si Dios quiere instruirnos en algo definitivamente debe estar escrito como instrucción en la Biblia. Si hay algún tema que no está instruido en la Biblia debemos considerarlo muy cuidadosamente; solo en ese caso podremos recurrir a los pasajes que narran eventos históricos; para lo cual deberíamos responder a las siguientes preguntas: ¿Se repite el evento que estamos estudiando bajo un mismo patrón? ¿Son consistentes entre sí estos eventos? ¿Existen otros pasajes en la Biblia que contradigan la enseñanza que buscamos de estos eventos?