2 – La ofrenda para los santos

En 1ra de Corintios 16 encontramos instrucción del apóstol Pablo que concuerda con las experiencias narradas anteriormente en el primer capítulo de este libro (La economía de la primera iglesia).

1ra Corintios 16:1-3

En cuanto a la ofrenda para los santos¹, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén.

Pablo da una instrucción a los Corintios como también lo hizo en Galacia; la instrucción no consiste en que den una ofrenda, sino parte del hecho de que ya se suponía que iban a juntar una ofrenda para los necesitados en Jerusalén; la parte importante de esta instrucción radica en la manera como debe recolectarse esa ofrenda; se entiende por tanto que la entrega de ofrendas ya era una práctica común entre las iglesias cristianas.

Lo nuevo aquí es que la ofrenda no era para los necesitados dentro de su propia iglesia, la de Corinto, sino para los necesitados en una iglesia de otra región, Judea; es bastante probable que la ofrenda de la que Pablo habla en sus cartas a los Corintios sea la que se menciona en Hechos 11:28-30:

Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.

Regresando al texto anterior, el de 1ra Corintios 16, el énfasis de Pablo es que no se recolecte la ofrenda cuando él llegue, sino que cada uno debería de antemano haber decidido cuánto ofrendar y haberlo traído a la comisión, probablemente por varias semanas y por lo tanto sería acumulada; por alguna razón Pablo quería evitar que en su presencia se recolecte la ofrenda, tal vez para no distraer el tiempo de su ministerio en la palabra hacia los Corintios, o como se puede inferir de 2da Corintios 9:5 que era una incomodidad hacer parecer que el motivo de su visita era exigir la recolección de ofrendas.

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Según haya prosperado

Un punto muy importante es entender que cada creyente debería establecer la cantidad a ofrendar de acuerdo a su prosperidad, es decir, en proporción a ella. Prosperidad es el incremento del capital o bienes, lo cual implica que si esa semana el creyente no fue prosperado, no debía ofrendar o al menos no debería sentirse obligado a ello. Prosperidad no es lo mismo que ingresos; sino más bien la diferencia entre ingresos y gastos. No hay otra acepción fuera de esta en el significado de prosperidad. Si el creyente fue prosperado, entonces debía ofrendar en alguna proporción a esa prosperidad.

En la segunda carta de Pablo a los Corintios se encuentra el pasaje más grande de toda la Biblia con respecto a dar, son los capítulos 8 y 9, recomiendo su lectura completa. En el capítulo 8 se explica la razón de las ofrendas, aquí puede leer algunos versos a partir del verso 12 y hasta el 22:

Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.

Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar este donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo, y para demostrar vuestra buena voluntad; evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres. Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros.

La ofrenda que Pablo estaba solicitando a los creyentes de varias iglesias -Galacia, Macedonia, Corinto y probablemente otras más- no era para sustentar su ministerio, o el de algún otro apóstol o anciano, sino era para cubrir las necesidades de los creyentes en Jerusalén que estaban pasando escasez.

Ante el hambre de los hermanos en Judea, ¿a quién fue Pablo a solicitar ayuda? ¿a los que estaban pasando necesidad? ¡No!, él fue a solicitar ayuda a los que tenían abundancia, note en el pasaje anterior “…la abundancia vuestra supla la escasez de ellos…”; no pierda de vista nunca la intención de Pablo.

Aunque Pablo era el promotor de esta ofrenda, él mismo evitó entrar en contacto físico con la misma; ordenó que se acumule previamente a su llegada, y asignó a otro creyente de confianza para llevar el donativo.

Nuevamente observamos que la práctica de la redistribución se fortalece, y ahora es parte de la instrucción dada por Pablo, él cita a Éxodo 16:18: “El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.”

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Es en el contexto de esta ofrenda para los necesitados en Jerusalén que Pablo plantea el siguiente reto en 2da Corintios 9:6:

El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.

Notemos de este verso que la ofrenda no es un porcentaje ni una cantidad fija. Un creyente en el momento de decidir cuánto ofrendar, y según ha prosperado, tenía dos opciones: hacerlo escasamente o hacerlo generosamente; como resultado de hacerlo generosamente obtendrá en el futuro una cosecha generosa; y si por el contrario, decide ofrendar escasamente, no sería maldecido, ni tildado de ladrón, sino simplemente que su cosecha en el futuro también sería escasa. El castigo que recibieron Ananías y Safira² no fue por la cantidad ofrendada, sino por mentir al Espíritu Santo.

Pablo además resume la correcta actitud del creyente al ofrendar para los necesitados, en 2da Corintios 9:7:

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.

1. La cantidad a ofrendar debía salir del corazón, es decir de la voluntad de un corazón movido hacia la escasez de sus hermanos, no por una tristeza lastimera, sino por el gozo de practicar el amor al prójimo.

2. No por obligación o necesidad, es decir que nadie se lo estaba exigiendo, como en la religión judía; ni tampoco se llevaría la cuenta de su aporte; se esperaba que la ofrenda sea la reacción natural de un corazón que conoce a Dios y por lo tanto le ama, y ama a su prójimo como a sí mismo.

2da Corintios 9:10-12:

Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.

Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios.

Los versos estudiados aquí, de 1ra y 2da de Corintios, son usados algunas veces el día de hoy para explicar la disciplina del diezmo, esto es incorrecto pues Pablo los escribió para instruir sobre las ofrendas.

Cuestionario – La ofrenda a los santos

¿Por qué Pablo estaba promoviendo una ofrenda entre las iglesias?

¿Cómo debían los creyentes establecer la cantidad de dinero a ofrendar?

¿Por qué Pablo no quería involucrarse directamente con la recolección y traslado de la ofrenda colectada?

¿Cuáles son los elementos de la actitud del creyente al ofrendar?


¹ Los santos son todos los creyentes, hechos santos en Cristo. No es una categoría especial o superior de creyentes. Efesios 2:19; Filipenses 1:1.
² Ananías y Safira: Hechos 5:1-10

 

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